Sobre bibliotecas, guerras y archivos

Hoy, 24 de octubre, se celebra el día internacional de las Bibliotecas en recuerdo de la destrucción de Biblioteca Nacional de Sarajevo durante la última guerra de los Balcanes (1992). Se promovió por ello desde 1997 la celebración de este día como reconocimiento de que las bibliotecas son resguardo de la cultura y, por qué no, para recordarnos que la lectura y los libros tienen la capacidad de ayudar a las personas hasta en los peores momentos.

Durante la Guerra Civil española, en el bando franquista se estableció un sistema de préstamo de libros a soldados destinados en los frentes y a heridos de guerra ingresados en hospitales. En Huesca, con las bombas cayendo sobre la ciudad en un cerco que duró casi dos años, rodeada de trincheras y con el frente en sus mismas puertas, también se organizó este original sistema bibliotecario de guerra.



Procedente del fondo de la Biblioteca Pública, en el Archivo Histórico Provincial de Huesca conservamos la documentación relativa a las Bibliotecas de Frentes y Hospitales, que desarrollaron un programa que se llamó “Lecturas del soldado”, así como las normas por las que se regía. Incluían estas detalladas instrucciones no dar libros deprimentes al herido, ni obras de medicina que tuvieran relación con sus dolencias, o que fueran inmorales o antirreligiosas, o de política contraria al régimen. Cada libro devuelto, debía “someterse a los rayos de sol y el aire durante el tiempo posible pues esto es el mejor sistema de desinfección”. No es difícil deducir que el pobre libro habría convivido con el soldado en una trinchera llena de chinches.


Podemos saber los títulos que se leían, gracias al “Registro general de obras de la Biblioteca circulante para hospitales”. También sabemos que continuamente tenían que dar de baja libros en el registro, por las constantes evacuaciones y por los ataques en el frente.

Dentro de este programa, se recolectaron libros mediante donaciones de ciudadanos con destino a “Nuestra gloriosa marina de guerra”, de los que tenemos también los listados. Se conservan las relaciones con los lotes de libros que se enviaban por la provincia -al hospital de Binéfar, al del Casino de Huesca, al de Ayerbe- y a las posiciones del mismo frente de Huesca: a la “guarnición de la torre de la Catedral” o a la “posición del Manicomio".






Conservamos asimismo las facturas por la compra de librerías y de libros, incluso de la colocación de cristales en los muebles de los hospitales que los conservaban.

Y podemos conocer por último, a través de las papeletas de pedido de estas bibliotecas, qué soldados los leyeron, a qué se dedicaban antes de serlo, y, en el caso de los heridos, el número de cama en la que convalecieron.

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